En resistencia : Lo (poco) que va de la imposición de Peña Nieto a la imposición de las reformas neoliberales


Neoliberalismo chupasangre

Armando Bartra
1. Así como el chamaco que ya no cree en Santaclós le sigue enviando cartas para que las lean sus padres, así la izquierda que ya no cree en el Trife le sigue enviando pruebas del cochinero, para que los ciudadanos se enteren de lo que ha sucedido. Porque después de tres fraudes nomás faltaba que siguiéramos creyendo en Santaclós, pero mucha gente no sabe lo que en verdad ocurrió, y hay que seguir proclamándolo, más que de cara a la autoridad electoral, de cara a la nación.

Ya sabemos lo que va a resolver un Trife cuyo presidente adelantó su fallo diciendo que nadie ganará en el tribunal lo que perdió en las urnas. Pero seguimos con nuestros reclamos. En beneficio de la credibilidad, no se vale anticiparse: no podemos dar por cancelado el alegato legal manifestando nuestra inconformidad antes de que el Trife de su veredicto, pero menos aun se vale adelantarse al fallo anunciando que lo aceptaremos, sea el que sea.

Así, de la especie de Consenso de Acapulco, promovido por la izquierda institucional, lo menos que se puede decir es que fue anticipado. Que los picudos del PRI y el PAN se reúnan a planear su trabajo bajo la administración de Peña Nieto es natural, pues para ellos este arroz ya se coció, pero que lo haga la izquierda cuando el Frente Progresista está pidiendo la anulación de los comicios, y sin que ese sea el tema único del encuentro, equivale a bajarse de un barco que –torpedeado y todo– sigue navegando, sólo porque en el fondo quieren que se hunda. En estas condiciones nadie debe extrañarse de que no haya asistido el timonel.

2. La desvergonzada compra, coacción e inducción del voto en que incurrió el PRI; fraude realizado impunemente gracias a la complicidad de las instituciones electorales y a que cuenta con la anuencia del gobierno federal y del PAN, pero también la de todos los que reconocieron –o reconocerán– el tramposo triunfo de Peña Nieto, es una señal. Un mensaje de la oligarquía y sus personeros, en el sentido de que mientras sean dueños del gran capital, manejen los medios masivos de comunicación, dispongan de los recursos fiscales y otros dineros, tengan encorraladas a las clientelas corporativas y controlen las instituciones comiciales, ellos seguirán gobernando y la izquierda no accederá a la Presidencia de la República por la vía electoral.

El descrédito de la democracia y la renovada ilegitimidad de los gobiernos ilegítimos resultantes de esta decisión son costos que el poder económico y sus cada vez más cínicos personeros están dispuestos a pagar, con tal de conservar el poder político. De lo reiterado de los fraudes (1988, 2006 y 2012) se concluye que no estamos ante ocasionales violaciones a la legalidad sino ante un defraudador serial: un sistema estructuralmente perverso donde el monopolio del poder se reproduce a si mismo al margen de la voluntad libre de los ciudadanos.

3. El mensaje político de los poderes fácticos es claro: la izquierda debe dar por cerrada la vía electoral. Pero pienso que ni la izquierda ni los ciudadanos progresistas aceptaremos el ultimátum. En bien del país seguiremos trabajando para cambiar el régimen por la vía democrática. Lo que no podemos es repetir el numerito y concentrarnos desde ahora en preparar el dispositivo comicial de las próximas elecciones presidenciales.

Ha quedado claro que en México no se ganan elecciones sólo preparándose para las elecciones, es necesario también construir un poder social: crear una correlación de fuerzas que impida el fraude. Porque el problema no son vicios comiciales que pudiéramos contrarrestar mediante otra reforma política y una mejor preparación de nuestro ejército comicial, lo que padecemos es una imposición sistémica, y como tal hay que enfrentarla. No basta con vigilar celosamente las elecciones, es necesario cercar socialmente al sistema para evitar que siga imponiendo a sus representantes.

Este cerco empieza por demandar la anulación de los comicios, como lo vienen haciendo AMLO, Morena y el Frente Progresista, pero también por el rechazo a un autoritarismo sistémico histórico que no se agota en el más reciente fraude electoral. Y en esto, el obradorismo no esta sólo. Desde mayo se desató un impetuoso movimiento contra la imposición del candidato de la derecha, en que participan actores curtidos en la resistencia como el FPDT, el SME y la CNTE, y movimientos estudiantiles emergentes como #YoSoy132.

4. Pero la imposición no es el único mensaje amenazante. Además del comunicado político autoritario, hay un claro mensaje económico neoliberal: la derecha ha anunciado también su decisión de seguir sacrificando al país en aras de la oligarquía y las corporaciones internacionales. Y para esto son necesarias las llamadas «reformas estructurales» faltantes, que tienen que ver con un cambio aun más regresivo en el régimen fiscal, de modo que los pobres paguen más y los ricos poco o nada; una nueva ley federal del trabajo que legitime el outsourcing y cancele derechos laborales históricos; cambios en el marco constitucional que permitan seguir extranjerizando nuestro sistema energético; mudanzas legales por las que se acabe de privatizar la seguridad social, los institutos públicos de salud y el sistema educativo.

Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2012/08/26/politica/008a1pol

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